Hasta hace relativamente poco pensaba que mi coche era el paradigma de la continuidad. “Mi 406” se había estado fabricando desde 1996 hasta 2004 que creo apareció el 407 y sentía con orgullo ese eslogan que mola decir a veces que es que las cosas de antes eran mejor y más duraderas. El caso es que recientemente dando un paseo virtual por localidades de Castilla la Mancha me he encontrado con que hoy en día se siguen utilizando C-15 ><
C-15 es un modelo de furgoneta de la marca Citroën, un vehículo cuyo eslogan era “se lo carga todo”, así rezaba en muchas pegatinas que había en la luna trasera de las puertas de carga y era su digamos seña de identidad. Se me ocurrió buscar en Wikipedia un poco más de su historia y veo que se empezó a fabricar desde 1984… hasta el año 2005… Adiós a sacar pecho con mi Peugeot 406 y hola a sacar pecho que se fabricaran en España y nuestro país vecino Portugal.
Me pongo a pensar: 1984. Cuatro años antes, cierta petrolera había investigado sobre los efectos perjudiciales del CO2 en la atmósfera y cuatro años después aquel señor de la NASA salió diciendo abiertamente que la Tierra estaba sucediendo algo con los gases producto de utilizar productos derivados del petróleo. El año en que se acabó de producir la C15 los vehículos con Euro4 ya circulaban por las calles con sus dispositivos reductores de gases nocivos basados en Eolys pero también circulando aún con dispositivos de frio para el habitáculo con un gas CFC, el R134, gas que aún sigue llevando mi vehículo y que se sigue comercializando de tapadillo.
En la actualidad los vehículos están circulando con gas R1234yf, un gas que una de sus cualidades es que es inflamable y que en 2009 se estuvo testeando e hizo arder a algún coche de prueba que otro. ¿No se habían inventado los CFC para evitar precisamente eso?
Cuando la gente dejó de usar grandes cubos de hielo para refrigerar sus alimentos y bebidas pasándose a lo eléctrico, los primeros aparatos del siglo pasado llevaban un gas altamente inflamable y se pidió a un químico que ideara un gas que no pasara eso, y voila, nació los CFCs. Un gas inocuo para las personas y que permitía esa y otras muchas cosas, tanto fue así que se extendió su fabricación y su uso por todo el planeta. Lo que nadie sabia es que esos gases permanecían en la atmosfera y estaban causando un daño terrible.
Desde que el señor Molina y el señor Rowland alertaron del peligro de usar CFCs hasta que recibieron el premio nobel por esa investigación, transcurrieron más de quince años, fue concretamente en 1995. Pasaron por multitud de desacreditaciones llegándoles incluso a decir que eran comunistas dispuestos a hundir la economía americana tratando de que dejaran de producir un producto tan útil y necesario. Pero por suerte para nosotros les hicieron caso, pues sino nuestro planeta sería una ruina total, seguramente ahora estaríamos viviendo o empezando a vivir en el subsuelo evitando los rayos ultravioletas que la capa de ozono actualmente evita que lleguen con toda su fuerza.
En 1995 la C15 llevaba produciéndose 11 años y se movía gracias a la gasolina o el diésel que le correspondiera, lo mismo que usan esas que aun se ven circulando por ahí. Me pregunto cuanta contribución habrá echo al mundo y cuanto de esos gases que hayan expulsado también nos estarán afectando hoy en día. Y todo seguramente por culpa de las grandes corporaciones petrolíferas que de tapadillo y gracias a los buitres de turno vendían que el efecto invernadero era solo un bulo plagado de agujeros científicos y que debíamos proseguir utilizando como si nada el gasoil y la gasolina. Esa queja te hace plantearte seriamente un interrogante, ¿estamos realmente tan obsoletos ahora por culpa de eso?
En la actualidad el auge de los coches eléctricos está haciendo temblar todo en muchas direcciones, más de las que os podéis imaginar. La peor de todas es que por una parte si, estamos alejándonos quizás de la dependencia de los combustibles fósiles, pero se están generando otros problemas gigantes a grandes escalas, devastando lugares de cultivo por culpa de los desechos ocasionados de extraer grafito, o canceres que están afectando a poblaciones alejadas miles de quilómetros de donde se extrae el cobre necesario para las infinitas cosas que se están pasando a lo eléctrico, todo porque queremos que nuestro barrio se respire mejor aire, un aire que para nada es el mismo seguramente que hace 200 años cuando aún nos movíamos con mulas, caballos y por la fuerza del viento.
Todos queremos vivir como reyes sin mancharnos las manos y esto nos aleja del echo que queremos ganar más y más comodidad sin saber y sin importarnos que está sucediendo en la otra punta del mundo, y lo peor de todo es que el efecto mariposa que está naciendo en esos lugares donde se extraen los metales raros, tarde o temprano nos llegarán las consecuencias igual que pasó con los CFCs y el agujero de la capa de ozono.
Pero ahora viene una gran pregunta… ¿hasta qué punto estaríamos dispuestos a deshacernos de una tecnología obsoleta en pos de mantener el entorno más limpio?
Apostar por una tecnología y querer recoger los frutos económicos de ella sucede a todas las escalas y en todos los momentos de la historia. Cuando Margaret Thatcher consiguió convencer a las grandes potencias de que debía hacer el esfuerzo por enseñar a los países en desarrollo que recién estaban aprendiendo o evolucionando su economía de la mano de la primera generación de CFC a pasarse a la siguiente evolución que supuestamente era mas amigable con el Ozono, seguramente muchos dientes chirriaron. Pero ya lo dice el refrán, a la fuerza ahorcan, y solo por esa vez se logró un acuerdo a todas luces imposible.
Si se hubiera echo ese mismo esfuerzo por los combustibles fósiles, muy probablemente ahora nuestra movilidad y posiblemente nuestra forma de vida seguramente estaría mas cerca de ser como se veían en las películas como “regreso al futuro” quizás con coches voladores incluso… quien sabe, o quizás no. El mismo pensamiento que nos ata ahora de no pasarnos a lo eléctrico seguramente nos habría pasado por entonces, pero es que estamos hablando de 1995, ya han pasado 25 años de eso… ¿En qué generación de la movilidad estaríamos? ¿Sería limpia y super guay? Y la gran pregunta ¿cuántas de esas generaciones nos habíamos beneficiado la gran mayoría de las personas?
Hasta que el humano consiga tener un minizohar personal con riesgo cero a su integridad y a la del planeta, estamos condenados a ser obsoletos por necesidad y no por gusto. Seguramente alguna c15 del 84 hoy en día sigue circulando y dando un servicio tremendo a la persona que lo lleva y no le hará pizca de gracia que nadie le insinúe que se pase a un eléctrico, aunque le claven a impuestos y le prohíban entrar en las grandes ciudades. En una España vaciada como la nuestra, en un mundo que como sigamos así extrayendo recursos sin parar necesitaremos 3 planetas más para saciar nuestras necesidades, la espada de Damocles continúa bajando mientras correteamos bajos cielos celureos. No podemos detenerla, pero si reducir su avance, de nosotros y solo de nosotros depende.